top of page
  • Pinterest
  • Instagram
  • YouTube

Cuba y el derecho a regresar: cuando el destierro se disfraza de legalidad.

"Toda persona tiene derecho a salir de cualquier país, incluso del propio, y a regresar a su país".

Así reza el Artículo 13 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, adoptada por las Naciones Unidas en 1948. Un principio claro, directo y profundamente humano. Pero en la Cuba contemporánea, esta verdad fundamental ha sido sistemáticamente distorsionada, condicionada o, sencillamente, negada.

Durante décadas, miles de cubanos han sido condenados al exilio, no solo por razones económicas, sino por razones políticas e ideológicas. Y lo más grave: muchos de ellos han sido formalmente impedidos de regresar a su país de origen, a pesar de ser ciudadanos nacidos en suelo cubano. Este blog es un recorrido por esa tragedia silenciosa: el destierro moderno disfrazado de decisión administrativa.

Un país que castiga la salida
Cuba y el derecho a regresar
Cuba y el derecho a regresar

La historia del control migratorio en Cuba es compleja, pero está marcada por una constante: el Estado se reserva el derecho de decidir quién entra y quién sale. Desde los primeros años del triunfo revolucionario en 1959, emigrar fue visto como un acto de traición. Quienes abandonaban el país eran considerados enemigos, desertores, contrarrevolucionarios.

Durante más de medio siglo, los cubanos necesitaron un permiso especial para salir de la isla: la conocida "tarjeta blanca". No era un trámite burocrático más, sino una herramienta de control. Era común que activistas, periodistas, académicos o simplemente personas con opiniones diferentes al oficialismo recibieran la negativa sin explicación alguna.

Incluso los artistas y deportistas eran vigilados cuidadosamente. Muchos de ellos fueron sancionados con años de inhabilitación o expulsión del sistema por haber intentado salir o por no regresar en los tiempos permitidos. En algunos casos, las familias completas fueron castigadas, perdiendo acceso a servicios básicos o siendo estigmatizadas públicamente.

La reforma migratoria de 2013: promesa a medias

En enero de 2013, el gobierno cubano anunció una esperada reforma: la eliminación del permiso de salida. Por primera vez en décadas, un ciudadano cubano podía viajar con solo su pasaporte y visa del país receptor. Aquello fue celebrado como un avance, pero la realidad pronto mostró sus límites.

Aunque ya no era necesaria la "tarjeta blanca", el nuevo sistema establecía excepciones. El Ministerio del Interior se reservaba el derecho de negar pasaporte por "razones de interés público". La ambigüedad de ese término abrió la puerta a nuevas formas de control.

Los activistas independientes, los médicos, ingenieros o académicos considerados estratégicos siguieron enfrentando obstáculos. Algunos no podían renovar su pasaporte. A otros se les notificaba en el aeropuerto que no podían abordar el vuelo. El control se había desplazado, pero no desaparecido.

El regreso prohibido

Si salir era difícil, regresar era casi imposible para muchos. Aunque la Constitución cubana reconoce que ningún ciudadano puede ser privado de su ciudadanía, en la práctica, el Estado ha aplicado la figura del "inadmisible" para impedir el retorno de miles de cubanos.

Activistas, periodistas críticos, exfuncionarios, médicos desertores de misiones en el extranjero y hasta simples ciudadanos que expresaron públicamente sus opiniones contrarias al gobierno han sido impedidos de regresar a la isla. Algunos intentaron volver por razones familiares: entierros, enfermedades graves, reuniones pendientes con padres ancianos. Y recibieron una negativa fría, sin más explicación que un "no está autorizado a entrar".

Entre los casos documentados por organizaciones como Human Rights Watch, Amnistía Internacional y el Observatorio Cubano de Derechos Humanos, se estima que al menos 3.500 ciudadanos cubanos han sido formalmente impedidos de regresar al país desde la década del 2000. La cifra real podría ser mucho mayor, ya que muchos casos no son denunciados por temor a represalias contra familiares en la isla.

El impacto humano del destierro

Ser expulsado de la patria no es solo una cuestión legal. Es un trauma. Es vivir con el peso de una identidad negada, con el dolor de no poder visitar la tumba de los padres, abrazar a los hijos, caminar la calle donde uno creció.

Muchos de los exiliados forzosos han tenido que rehacer su vida en países donde fueron acogidos como refugiados políticos o como migrantes económicos. En muchos casos, lo hicieron con éxito. Pero el costo emocional es altísimo. Y más aún cuando saben que la imposibilidad de volver no se debe a una guerra ni a un conflicto internacional, sino a la voluntad de un gobierno que castiga el pensamiento libre.

La doble moral del discurso oficial

El régimen cubano ha sostenido por décadas un discurso de soberanía y autodeterminación. Se presenta como una víctima del imperialismo y como ejemplo de dignidad nacional. Sin embargo, en temas migratorios, actúa como un Estado medieval: utiliza el acceso al país como castigo o premio.

Al mismo tiempo que exige respeto a su soberanía, niega a sus propios ciudadanos el derecho de entrar o salir libremente. Mientras condena las políticas migratorias de otros países, impone las suyas con criterios arbitrarios, sin derecho a apelación y sin transparencia.

En muchos casos, la única manera de regresar ha sido a través de acuerdos humanitarios, mediaciones internacionales o la intervención de gobiernos extranjeros. ¿Qué clase de soberanía es esa que solo admite el retorno cuando un tercer país intercede?

Cuba y el artículo 13: una violación constante

El artículo 13 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos establece que toda persona tiene derecho a salir de su país y a regresar. Es un principio reconocido por Cuba en múltiples foros internacionales. Sin embargo, en la práctica, es letra muerta.

Negar el retorno a un ciudadano no solo viola la ley internacional, sino que rompe el contrato básico entre individuo y nación. La patria no puede ser condicional. No puede pertenecer solo a quienes aplauden. Es de todos, incluso de quienes critican, cuestionan o se rebelan.

El destierro como herramienta de control

En la historia de la humanidad, el exilio ha sido usado como castigo por regímenes autoritarios. Desde la Roma antigua hasta los totalitarismos del siglo XX, expulsar al disidente ha sido una manera de silenciarlo. Cuba, en pleno siglo XXI, sigue utilizando esa práctica.

Pero el mundo ha cambiado. La existencia de redes sociales, medios independientes y organizaciones de derechos humanos ha permitido documentar y visibilizar estos casos. Los exiliados ya no están solos ni aislados. Hablan, denuncian, y sobre todo: no olvidan.

El futuro de un derecho negado

Para que Cuba avance hacia una sociedad verdaderamente justa, debe restituir el derecho de todos sus ciudadanos a regresar. Sin condiciones, sin miedo, sin excepciones. No se trata de un favor ni de un gesto de buena voluntad. Es una obligación moral, jurídica y humana.

El regreso debe ser posible para todos: para el periodista crítico, para el médico que desertó, para el joven que salió en balsa, para el artista censurado. Porque la patria no se abandona. La patria se lleva en la voz, en la memoria, en el deseo de volver.

Y mientras ese derecho siga siendo negado, Cuba seguirá violando no solo la Declaración Universal de los Derechos Humanos, sino también su propia promesa de ser un país de todos y para el bien de todos.

El exilio forzado no es silencio. Es voz postergada. Y tarde o temprano, toda voz encuentra su camino de regreso.

Comments

Rated 0 out of 5 stars.
No ratings yet

Add a rating

Tharey Designs

bottom of page