Cuba y la hipocresía del régimen: ni vivir de la basura se permite.
- rulfop
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Updated: 24 minutes ago
En cualquier país del mundo, hurgar en la basura debería ser el último recurso de una persona, un reflejo desgarrador del fracaso del sistema social y económico que lo gobierna. Pero en Cuba, no solo se ha vuelto una realidad cotidiana; además, está criminalizado. En la isla donde el discurso oficial insiste en la “justicia social” y el “Estado socialista de derecho”, rebuscar entre los desechos puede costarte una multa, una detención o incluso la humillación pública. ¿Hasta qué punto puede llegar la hipocresía de un régimen que se autodenomina defensor del pueblo, pero lo castiga por intentar sobrevivir entre los restos?
La mentira institucionalizada
Cuba y la hipocresía del régimen. Durante décadas, el régimen cubano ha sostenido un discurso ideológico que pretende mostrarse como escudo y sostén de los más desfavorecidos. En los medios controlados por el Estado, se repiten constantemente frases como “ningún cubano quedará desamparado”, “el socialismo no abandona a nadie” o “en Cuba no hay indigencia”. Pero la realidad, como siempre, es otra.
A inicios de julio de 2025, la entonces ministra de Trabajo y Seguridad Social, Marta Elena Feitó Cabrera, declaró ante la Asamblea Nacional que en Cuba “no hay mendigos”, sino “personas que se disfrazan de mendigos” para beneficiarse de “un modo de vida fácil”. Sus palabras causaron una oleada de indignación en redes sociales, barrios, universidades, mercados y hospitales. No solo negaba lo evidente las calles repletas de gente hurgando entre la basura en busca de sobras de comida, botellas reciclables o materiales revendibles, sino que además insultaba la dignidad del pueblo, responsabilizándolo de su miseria.
Esta declaración fue recogida por medios independientes como CiberCuba, 14ymedio, Diario de Cuba y ADN Cuba, que citaron directamente las palabras de la ministra durante su intervención en la Asamblea Nacional del Poder Popular el 1 de julio de 2025. Textualmente, Feitó expresó: “No tenemos personas en situación de calle. Lo que hay son personas que se disfrazan de mendigos para vivir de lo fácil y lucrar.” (CiberCuba, 1 de julio de 2025)
Ante la presión popular, el propio presidente Miguel Díaz-Canel tuvo que retractarse parcialmente de las palabras de su ministra. Pero el daño ya estaba hecho. El discurso reveló la verdadera mentalidad del aparato estatal: lejos de compadecerse por la miseria creciente de la población, opta por criminalizarla, disfrazando de orden jurídico lo que en realidad es un acto de represión social.
La economía del desecho
La profunda crisis económica que vive Cuba no es nueva, pero se ha profundizado a niveles inéditos desde la pandemia, agravada por la pérdida de remesas, la reducción del turismo, la inflación galopante, el desabastecimiento crónico y una moneda nacional que ha sido desvalorizada hasta la insignificancia. En ese escenario, miles de personas han encontrado en la basura literalmente una fuente de sustento: ya sea buscando sobras de alimentos para sí mismos, latas de aluminio, botellas de plástico o cualquier otro objeto con valor de reventa.
En los alrededores de los grandes vertederos urbanos como Cotorro, Calle 100 y Guanabacoa en La Habana, familias enteras pasan horas rebuscando lo que otros desechan. Niños descalzos, ancianos enfermos, madres solteras… Todos compiten por trozos de pan, una camiseta usada, una batería oxidada. Lo que a ojos de muchos países es un símbolo del colapso, para el régimen es simplemente “actividad económica informal ilegal”.
El Estado cubano ha comenzado a penalizar con fuerza estas prácticas, acusando a los “buzos” como popularmente se les llama a quienes hurgan entre los desperdicios de “apropiación indebida de recursos del Estado”. Como si la basura, abandonada y en estado de putrefacción, todavía le perteneciera a la Revolución.
Robarle al basurero
¿En qué otro lugar del mundo se penaliza a una persona por recoger una cáscara de plátano? ¿Qué sentido tiene acusar de “robo al Estado” a quien recoge una botella plástica de un contenedor sin tapa? En lugar de ofrecerle una alternativa digna, el gobierno cubano prefiere aplicar sanciones y castigos. Según informes independientes, en el último año se han reportado más de 3,000 detenciones relacionadas con la “recuperación ilícita de materiales”. ¿El delito? Hurgar en la basura. ¿La prueba? Tener las manos sucias.
En los municipios de Arroyo Naranjo y San Miguel del Padrón, los vecinos relatan historias espeluznantes: niños a quienes se les decomisaron mochilas llenas de pan duro rescatado de los vertederos escolares; ancianos multados por cargar sacos con metales oxidados; mujeres golpeadas por la policía mientras recogían restos de comida del maletero de un camión de basura.
Este tipo de represión no solo es brutal y ciega, también es absurda. En un país donde los estantes están vacíos, el salario promedio no alcanza ni para una cuarta parte de la canasta básica, y el mercado informal es la única opción real de supervivencia, prohibir hurgar en la basura equivale a criminalizar la pobreza. ¿Cómo puede alguien robar lo que ya ha sido desechado?
“Disfrazados de mendigos”
Volvamos a la frase de la exministra: “disfrazados de mendigos”. En ella hay una doble carga: burla y negación. Burla porque supone que el acto de mendigar es una estrategia para obtener privilegios, cuando en realidad es un símbolo extremo de vulnerabilidad. Negación porque se niega la existencia del problema, y por tanto, se niega también la responsabilidad de solucionarlo.
En esa frase vive la peor hipocresía del régimen cubano. El mismo Estado que no puede ofrecer empleo digno, salarios suficientes, atención médica eficaz ni comida básica, se permite juzgar a los que caen al fondo del pozo. No solo no los ayuda: los humilla. Los convierte en delincuentes. Y, de paso, los acusa de querer vivir “sin trabajar”, como si hurgar en la basura fuera un acto de comodidad.
El retrato de un país abandonado
Cada esquina de Cuba es hoy el espejo roto de un sistema que fracasó. Las promesas de igualdad, dignidad y bienestar fueron arrastradas por la marea de la corrupción, el inmovilismo y la represión. La basura en las calles no solo es física: es moral. Es el reflejo de una sociedad colapsada, donde hasta los residuos están vigilados.
Muchos cubanos huyen. Más de medio millón lo han hecho solo entre 2021 y 2024. Pero otros se quedan, ya sea por imposibilidad, por edad o por esperanza. Y esos son los que más sufren. A ellos, el régimen les reserva el desprecio. No bastan los apagones, la escasez, la inflación, la represión política. También se les niega la opción de sobrevivir de lo que otros botan.
Silenciar el hambre
Mientras el gobierno celebra cumbres, desfiles y congresos, el pueblo sufre en silencio. Y cuando ese silencio se rompe —cuando alguien denuncia, filma o protesta—, la represión no tarda. Periodistas independientes han sido perseguidos por grabar escenas de personas hurgando en la basura. Activistas sociales han sido acusados de “difundir noticias falsas” por compartir fotos de niños comiendo sobras. En lugar de solucionar el problema, el régimen opta por silenciarlo. Es más importante preservar la fachada que remediar la miseria.
La dignidad no se recoge del suelo
La gran tragedia del cubano de hoy no es solo la pobreza material. Es la descomposición del sentido de humanidad, de dignidad. Cuando un gobierno te impide buscar comida en la basura, pero no te ofrece pan en la mesa, te está condenando al hambre con nombre y apellidos. Cuando además te insulta, te desprecia y te encarcela, está diciéndote claramente que tu vida no vale nada.
La hipocresía no es solo institucional. Es estructural. Nace de una Revolución que se vendió como redentora de los pobres y terminó siendo su carcelera. Que llenó el país de consignas mientras vaciaba los mercados. Que proclama “socialismo” mientras el pueblo paga en dólares para comer arroz sin gorgojos.
El futuro de los que no tienen nada
¿Qué futuro puede haber en una nación que considera el hambre una amenaza ideológica? ¿Qué sistema puede sobrevivir si teme a su propia basura? Cuba no necesita más discursos, más ministros, más excusas. Necesita verdad. Y necesita justicia.
La renuncia de una ministra no cambia nada si el sistema que la sostiene sigue castigando a los que no tienen nada. Mientras el pueblo cubano no tenga derecho ni siquiera a hurgar en los restos de lo que otros desechan, no se puede hablar de justicia social. No se puede hablar de patria. Ni siquiera se puede hablar de vida.
Fuentes consultadas:
CiberCuba: “Ministra de Trabajo de Cuba: No hay mendigos, hay gente que se disfraza”, 1 de julio de 2025. https://www.cibercuba.com
14ymedio: “Las palabras de Marta Elena Feitó incendian las redes”, julio 2025. https://www.14ymedio.com
Diario de Cuba: “Criminalizar la pobreza: la última estrategia del régimen”, julio 2025. https://diariodecuba.com
ADN Cuba: “Multas y detenciones por recoger basura en Cuba”, 2025. https://adncuba.com
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