El Canto del Pastor: el legado del Papa Francisco y el futuro de la Iglesia
- rulfop
- Apr 21
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El 21 de abril de 2025, el mundo se detuvo por un instante. A las 7:35 de la mañana, en la tranquila intimidad de la Casa Santa Marta, el Papa Francisco, primer pontífice latinoamericano y jesuita de la historia, entregó su alma a Dios. Tenía 88 años. La noticia se difundió de inmediato en todos los medios internacionales, pero para muchos fue más que una información: fue el cierre de una era.
Un Papa venido del fin del mundo
El Canto del Pastor. Jorge Mario Bergoglio nació en Buenos Aires el 17 de diciembre de 1936. Hijo de inmigrantes italianos, creció en un entorno humilde, respirando la fe en lo cotidiano y en la gente sencilla. Desde joven descubrió su vocación religiosa y, en 1958, ingresó en la Compañía de Jesús, una orden conocida por su rigor intelectual y espíritu misionero. Fue ordenado sacerdote en 1969, y con el tiempo se convirtió en una figura clave dentro de la Iglesia argentina.
Su camino no estuvo exento de controversias. Durante la dictadura militar en Argentina (1976-1983), su papel fue debatido y analizado, aunque con el paso del tiempo salieron a la luz acciones de reconciliación y justicia que lo reivindicaron. En 2001, el Papa Juan Pablo II lo nombró cardenal. Era un hombre discreto, alejado de los reflectores, pero dotado de una extraordinaria capacidad de escucha y discernimiento.
La elección y un nuevo rumbo
El 13 de marzo de 2013, tras la renuncia de Benedicto XVI, el mundo vio elevarse la fumata blanca que anunciaba la elección del nuevo Papa: Jorge Mario Bergoglio. Al escoger el nombre de Francisco, evocó al santo de Asís, símbolo de pobreza, paz y amor por la creación. Ya con ese gesto, marcó una diferencia.
Con él, la Iglesia abandonó el tono institucional para volver a caminar entre los más humildes. Habló de una “Iglesia en salida”, predicó la humildad, se acercó a migrantes, presos, personas LGBTQ+, y colocó la misericordia en el centro del Evangelio. Rechazó vivir en los apartamentos papales y prefirió una habitación sencilla. Usaba un coche austero. “Cómo quisiera una Iglesia pobre para los pobres”, dijo al inicio de su pontificado. Y esa Iglesia la construyó cada día.
Las reformas y las resistencias
El Papa Francisco se enfrentó con valentía a los nudos históricos de la Curia Romana. Reformó las finanzas del Vaticano para hacerlas más transparentes, simplificó los procesos de nulidad matrimonial, reestructuró los dicasterios y creó uno dedicado exclusivamente a la caridad.
Pero no todo fue aceptación. Sus posturas abiertas respecto a temas como la homosexualidad, el rol de la mujer, los divorciados vueltos a casar o la protección del medio ambiente generaron entusiasmo, pero también una dura oposición. Parte del clero lo acusó de ambigüedad doctrinal. Sin embargo, Francisco no se detuvo: “Prefiero una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a las calles, que una Iglesia enferma por encerrarse en sus propias comodidades”.
Un pontífice global
Francisco también fue un líder profundamente comprometido con los problemas internacionales. Condenó todas las guerras, pidió la paz en Ucrania, Palestina y Siria. Denunció la cultura del descarte, defendió a los migrantes y se opuso con firmeza a la pena de muerte. Su voz fue la de los que no tienen voz.
La encíclica Laudato si’ (2015) marcó un antes y un después en el pensamiento ecológico de la Iglesia. En ella, el Papa no se dirigía sólo a los católicos, sino a toda la humanidad, pidiendo una conversión ecológica profunda para salvar la “casa común”.
El último acto y la despedida
En sus últimos años, la salud del Papa se deterioró visiblemente. Dolores de rodilla, problemas respiratorios, operaciones… y, sin embargo, nunca dejó de ejercer su ministerio. El 20 de abril, apenas un día antes de su fallecimiento, apareció por última vez desde el balcón de la Basílica de San Pedro para impartir la bendición Urbi et Orbi. Estaba visiblemente debilitado, pero su mirada irradiaba serenidad.
Con su muerte se abre el período de sede vacante. El cardenal camarlengo Kevin Joseph Farrell dirigirá temporalmente la Iglesia hasta que se reúna el cónclave, previsto entre 15 y 20 días después, para elegir a su sucesor. Mientras tanto, el mundo se pregunta qué rumbo tomará ahora el Vaticano.
El futuro del Vaticano y de la Iglesia
El próximo Papa heredará una Iglesia profundamente transformada. El pontificado de Francisco remeció las estructuras del Vaticano, pero también dejó una comunidad dividida. Algunos abogarán por una vuelta a la tradición conservadora, mientras que otros reclamarán seguir el camino de apertura y diálogo iniciado por Bergoglio.
Lo que es indudable es que el mundo actual secularizado, multicultural, hipertecnológico y fragmentado exige un pastor con corazón compasivo y visión firme. Francisco ha abierto caminos. Le tocará al próximo Papa decidir si los transita o los cierra.
El mundo después de Francisco
Las reacciones internacionales a su muerte no se hicieron esperar. Líderes políticos, religiosos y sociales expresaron su pesar. En España se decretaron tres días de luto oficial. En Argentina, su tierra natal, se multiplicaron las misas y vigilias.
Pero su figura trasciende lo religioso. Francisco fue símbolo moral de una época, punto de referencia para millones de personas que no necesariamente eran católicas. Su defensa de la paz, de los últimos, de la Tierra, ha dejado una huella que irá mucho más allá de los muros del Vaticano.
El legado espiritual
El Santo Padre pidió ser enterrado no en la tumba tradicional de los papas bajo la Basílica de San Pedro, sino en una modesta capilla de la Basílica de Santa María la Mayor, símbolo de su devoción a la Virgen y su deseo de humildad. Ese gesto, como tantos otros durante su vida, fue elocuente: no buscaba poder, sino cercanía. No ansiaba prestigio, sino verdad.
Millones de personas lo sienten como un amigo, un abuelo, un hermano mayor. Alguien que no tuvo miedo de mirar a los ojos a los marginados, a los dolientes, a los perdidos.
Una semilla que germinará
Papa Francisco ha dejado este mundo, pero su legado apenas comienza. En parroquias, universidades, barrios, comunidades indígenas y centros de poder, su mensaje de esperanza, misericordia y justicia seguirá resonando.
La Iglesia mira ahora hacia el futuro con gratitud, pero también con el enorme desafío de no olvidar lo que este Papa enseñó con su vida: que el Evangelio se predica más con gestos que con palabras, más con compasión que con doctrinas. Y que, como él mismo dijo, “no dejen que les roben la esperanza”.
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