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“Cuba vacía: cuando un país se apaga en silencio”.

En las últimas décadas, Cuba ha vivido un proceso de transformación silenciosa y dolorosa. No se trata de una revolución ideológica ni de un ajuste estructural repentino, sino de una erosión constante, profunda, casi invisible a primera vista, pero devastadora en sus consecuencias: la desaparición de su gente. Cuba no se está desmoronando con explosiones ni enfrentamientos, sino a través del éxodo, del envejecimiento, de la falta de nacimientos y de la desesperanza. Se está vaciando como un pozo seco que ya no tiene manantial.


“Cuba vacía: cuando un país se apaga en silencio”
“Cuba vacía: cuando un país se apaga en silencio”

Este fenómeno no es exclusivo de la isla caribeña. Muchas de las antiguas naciones bajo regímenes comunistas han sufrido crisis similares: despoblación, fuga de cerebros, envejecimiento descontrolado. Pero Cuba representa un caso extremo, porque no ha pasado por una transición hacia la democracia ni ha abrazado reformas económicas significativas. Ha permanecido congelada en un tiempo político e ideológico que el mundo ya dejó atrás.


Pese a los eslóganes revolucionarios, los avances en salud y educación del siglo pasado y el discurso triunfalista del Partido Comunista, la realidad es clara: cada día hay menos cubanos en Cuba. Y entre los que quedan, muchos envejecen en soledad o sobreviven gracias a la ayuda enviada por los que se fueron. Este texto busca explicar cómo llegamos hasta aquí, qué nos dice la experiencia de otros países excomunistas, cómo ha evolucionado la emigración cubana y por qué el futuro del país depende de algo más que discursos.

La crisis demográfica cubana

Los datos más recientes indican que la población de Cuba ha caído por debajo de los 8 millones de habitantes. A inicios del siglo XXI, el país tenía más de 11 millones. En apenas dos décadas, ha perdido más de 3 millones de personas entre fallecimientos no reemplazados por nacimientos y un éxodo constante. La tasa de natalidad está entre las más bajas de América Latina, y el índice de envejecimiento es el más alto del hemisferio.


Más del 25% de la población actual supera los 60 años. La edad promedio aumenta cada año, mientras que el número de niños en las escuelas se reduce de manera alarmante. Muchos municipios ya no cuentan con suficientes alumnos para mantener abiertas sus aulas, y las maternidades en áreas rurales son cerradas o reconvertidas. Las consecuencias sociales de esta contracción son profundas: hay menos trabajadores activos, menos innovación, menos consumo, menos fuerza vital.


El Estado cubano ha sido renuente a reconocer esta crisis. En su lugar, sigue centrando el discurso oficial en la resistencia contra el embargo, la exaltación de la soberanía y la permanencia del socialismo como "elección irrevocable". Sin embargo, un país sin gente no puede sostener ningún modelo, ni socialista, ni capitalista, ni mixto. La prioridad debería ser revertir este colapso humano.


¿Qué pasó con los países excomunistas?

Para comprender mejor la situación cubana, es útil mirar hacia los países que formaron parte del bloque soviético. Rumanía, Bulgaria, Ucrania, Letonia, Estonia, Lituania, Polonia, Albania, entre otros, vivieron procesos similares de decadencia poblacional tras el colapso del comunismo. La pérdida de empleo, el empobrecimiento y la incertidumbre provocaron la salida masiva de jóvenes, especialmente hacia Europa Occidental.


Rumanía perdió cerca del 20% de su población entre 1990 y 2020. Bulgaria se convirtió en uno de los países más despoblados de Europa. Ucrania, incluso antes de la guerra, ya mostraba tasas de natalidad negativas y una fuerte emigración hacia Rusia, Polonia y Alemania. Letonia y Lituania redujeron su población activa en más de un tercio.


Sin embargo, estos países tuvieron al menos la oportunidad de integrarse a nuevas estructuras económicas y políticas. Algunos recibieron apoyo financiero internacional, otros lograron atraer a sus emigrantes con políticas de retorno. Cuba, en cambio, sigue atrapada en una lógica de inmovilidad que condena a sus ciudadanos a marcharse como única forma de progreso personal.


La emigración cubana: historia y etapas

Cada etapa migratoria cubana tuvo sus propios detonantes:


  • 1959-1965: Salida de profesionales, terratenientes y opositores.

  • 1965-1980: Crisis del Mariel y migraciones forzadas.

  • 1990-2000: Periodo Especial. Emigración por necesidad económica.

  • 2000-2015: Salidas estructurales vía Ecuador, México o Uruguay.

  • 2018-2025: Éxodo silencioso de miles de jóvenes y familias enteras.


Este último periodo ha sido el más masivo y sostenido. Los jóvenes ya no emigran con esperanza, sino con agotamiento. Salen sin expectativas de volver. Buscan paz, empleo, electricidad constante y un lugar donde criar a sus hijos.


La paradoja es trágica: Cuba invierte en formar personas que luego expulsa. Miles de médicos, ingenieros y artistas se desarrollan para terminar usando su talento fuera del país. No por traición, sino por necesidad.


La diáspora: el verdadero motor de la isla

Pese al rechazo discursivo del gobierno, la diáspora sostiene a la isla con sus remesas. Se estima que más de 3.000 millones de dólares ingresan anualmente por esta vía. Familias enteras dependen de esos recursos para comer, vestirse o atender enfermedades.


Además de las remesas, muchos emigrados envían medicamentos, útiles escolares, electrodomésticos, y hasta sillas de ruedas o prótesis. Algunos financian pequeñas empresas familiares. Otros sostienen proyectos comunitarios desde la distancia. Es un país mantenido emocional y económicamente desde fuera.

La contradicción es profunda: el régimen insulta a los que se van, pero vive de lo que envían.


¿Quiénes quedan en Cuba?

En la Cuba de hoy permanecen principalmente tres grupos:


  • Los ancianos, que no tienen los medios ni la energía para emigrar. Son los más vulnerables. Muchos dependen completamente de hijos que viven fuera del país. Su soledad es doble: física y emocional.

  • Los resignados, personas atrapadas por razones familiares, económicas o de salud. Viven entre la desilusión y la esperanza mínima de un cambio. Son quienes hacen colas, sobreviven con trabajos informales y ven su juventud pasar sin oportunidades.

  • Los leales al régimen, que sobreviven gracias a cargos políticos o beneficios burocráticos. Controlan medios, instituciones y recursos. Son los guardianes de un sistema que, aunque moribundo, aún tiene poder.


Ninguno de estos grupos construye futuro. Uno sobrevive, otro espera, y el tercero administra ruinas.


El desmantelamiento del futuro

La natalidad en Cuba se ha desplomado. Las parejas jóvenes no tienen hijos. No es una moda, es una defensa. No hay leche, ni guarderías, ni viviendas. La pobreza y el miedo son anticonceptivos potentes. El Estado no ofrece ni seguridad ni sentido.


El índice de fecundidad, inferior a 1.4 hijos por mujer, augura una reducción poblacional dramática. En algunas provincias, las tasas de natalidad son similares a las de Japón o Italia, pero sin sus servicios sociales.

Cuba se encamina hacia una sociedad envejecida, estancada y dependiente. Una nación sin niñez es una nación sin renacimiento.


Comparaciones que incomodan

A menudo se compara a Cuba con modelos de partido único como China o Vietnam. Sin embargo, la diferencia esencial es la capacidad de adaptación:


  • Vietnam abrió su economía desde los años 80. Atrae inversión extranjera, permite iniciativa privada, y ha reducido significativamente la pobreza. Ha crecido, incluso conservando su estructura autoritaria.

  • China ha pasado a ser la segunda economía mundial. Con todas sus contradicciones, ha sabido incorporar mercados, innovación y tecnología al aparato estatal. Cuba, en cambio, continúa tratando al emprendedor como sospechoso y al éxito como una amenaza.

  • Corea del Norte, aunque comparable por el hermetismo, ha desarrollado circuitos comerciales internos tolerados por el régimen. Cuba ni siquiera admite legalmente un mercado mayorista funcional.


El castrismo, a diferencia de estos países, no ha apostado por resultados, sino por control. El resultado es un sistema tan cerrado que ni siquiera permite corregirse.


El envejecimiento como obstáculo estructural

La población mayor de 60 años crece de forma acelerada. Cada vez hay más personas que necesitan atención médica, apoyo económico, o simplemente compañía. Pero no hay suficientes trabajadores activos para cuidarles. Las pensiones son insuficientes, los hogares de ancianos escasos, y las medicinas aún más.


El sistema de salud cubano, otrora orgullo nacional, hoy carece de antibióticos básicos, gasas, oxígeno, termómetros y reactivos. Los médicos se van o se ven obligados a ejercer bajo condiciones infrahumanas.

Y los ancianos, en su mayoría, envejecen en silencio, cuidando gallinas, esperando remesas, sobreviviendo con arroz y sueños del pasado.


Un estado en estado de parálisis

El régimen cubano ha optado por resistir antes que reformar. Ante la crisis demográfica:


  • No ha presentado un plan integral de natalidad.

  • No ha incentivado el retorno de profesionales.

  • No ha descentralizado servicios.

  • No ha actualizado el sistema educativo.

  • Y no ha dejado de reprimir la crítica.


El aparato estatal continúa inflando informes, falseando cifras, y premiando la obediencia. La movilidad social está rota. Los salarios no alcanzan. Las instituciones no responden.

Y el pueblo, mientras tanto, aprende a sobrevivir por su cuenta. En la oscuridad. Sin aspiraciones. Sin certezas.


¿Es posible una salida?

Sí. Pero no desde dentro del modelo actual. Requiere romper paradigmas, asumir responsabilidades, y sobre todo, escuchar al pueblo y a su diáspora. Las soluciones existen, aunque no sean fáciles ni inmediatas:


  • Apertura política y legal: aceptar la pluralidad de pensamiento y abandonar el discurso único que ha empobrecido el debate nacional.

  • Reforma económica real: facilitar la empresa privada, atraer inversión sin condiciones ideológicas y respetar la propiedad individual.

  • Reconexión institucional con la diáspora: permitir la participación de los cubanos en el exterior en la vida económica, cultural y política del país.

  • Incentivos sociales para la natalidad: viviendas, servicios, seguridad, futuro.

  • Descentralización municipal: permitir que las decisiones se tomen localmente, desde las necesidades de cada comunidad.


Todo esto implica dejar atrás el miedo. La Cuba del siglo XXI no puede construirse con herramientas del siglo XX.


La luz que se apaga

Cada cubano que se va deja una cama vacía, una silla sin alumno, una mano que ya no toca, una voz que no canta. Cuba no ha explotado. Se ha evaporado. No arde, no tiembla: se enfría.

Afuera, los cubanos reconstruyen. Se reinventan. Aportan al mundo. Muchos quieren volver, pero no encuentran país al cual regresar. La isla física está allí, pero el país emocional ya no existe. Es memoria, es herida, es esperanza suspendida.


Dentro, los que quedan resisten. Caminan en colas interminables. Esperan buses que no llegan. Cuidan a sus viejos y temen que sus hijos también se vayan. Miran el mar como frontera, como escape, como tumba.

Cada parto que no ocurre, cada aula que se cierra, cada mercado sin víveres, es una derrota del presente.


Recordar para renacer

El colapso cubano no se detendrá hasta que se asuma que el país no necesita más épica, sino ética. No requiere más lemas, sino leyes justas. No necesita mártires, sino madres, maestras y médicos que puedan vivir sin miedo.

Recordar es un acto de rebeldía cuando todo insiste en olvidar. Y recordar quiénes fuimos, lo que soñamos, lo que podríamos ser, es el primer paso para recuperar una nación que no tiene por qué morir lentamente.


Escenarios futuros

No se trata sólo de números. Es la confirmación de que la isla se está vaciando no por catástrofe, sino por abandono emocional.


  • 2030: menos de 7,5 millones de habitantes, con provincias rurales desiertas.

  • 2040: uno de cada tres cubanos será anciano, y los nacimientos serán insignificantes.

  • 2050: la población activa será insuficiente incluso para sostener hospitales, educación o transporte.


Las cinco olas de migración

Desde 1959, cada década trajo una forma distinta de huida:


  1. 1960-1970: la salida masiva de la élite intelectual, empresarial y médica.

  2. 1980 - Mariel: más de 125.000 personas salieron en pocos meses, muchos criminalizados por el propio Estado.

  3. 1990 - Periodo Especial: la emigración se hizo desesperada, y el mar devoró más vidas que cualquier frontera terrestre.

  4. 2000-2010: comenzó la fuga de los profesionales jóvenes hacia Europa y América Latina.

  5. 2021-2024: el mayor éxodo contemporáneo: más de 700.000 personas en tres años. Salen en masa, sin hacer ruido, sin fe.


Cuba: No apagues la luz

Tal vez algún día, los nietos de Ernesto regresen a la casa de su abuelo. Tal vez una niña nazca en Camagüey sin miedo, con derechos. Tal vez un maestro no tenga que vender huevos para sobrevivir. Tal vez un médico no pida visa para curar. Tal vez.

Pero ese tal vez no puede venir del cielo ni del mar. Debe construirse desde la tierra. Desde el corazón. Desde el perdón y el coraje.


Cuba no necesita héroes, necesita humanidad. No necesita mártires, necesita niños. No necesita más banderas, necesita ventanas abiertas. No más promesas, sino abrazos. No más consignas, sino canciones.

Si algún día se abre esa puerta, y regresa la gente, que no falte nadie para encender la luz.

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