Cuba y la gran mentira médica: el colapso silencioso de un sistema que alguna vez prometió salvar al mundo.
- rulfop
- Apr 22
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Updated: Apr 23
Desde hace más de seis décadas, el régimen cubano ha construido una imagen internacional de “potencia médica” que, en los foros multilaterales y discursos oficiales, se presenta como emblema de justicia social y excelencia sanitaria. Sin embargo, tras esa cortina de propaganda, se despliega una realidad cruda, devastadora y sistemáticamente ocultada: el colapso casi total de un sistema de salud que hoy no logra garantizar ni lo básico a sus ciudadanos.
El modelo que vendieron… y que nunca fue

Cuba y la gran mentira médica. Desde los años 60, Cuba promovió con fuerza la imagen de un Estado que ofrecía salud gratuita y universal como uno de los pilares de la Revolución. Misiones médicas enviadas al extranjero, facultades de medicina repletas de estudiantes de África y América Latina, cifras infladas en organismos internacionales: todo estaba diseñado para reforzar el mito. Pero detrás de ese escenario, los hospitales cubanos comenzaban a deteriorarse a una velocidad alarmante.
Ya desde la década de 1990, tras la caída del bloque soviético, comenzaron a escasear los insumos, los equipos médicos y los medicamentos esenciales. El llamado “Periodo Especial” marcó una fractura irreversible en la estructura sanitaria de la isla. Y aunque la narrativa oficial siguió alardeando de logros, lo cierto es que el sistema comenzó a sostenerse, cada vez más, sobre remesas del exterior, donaciones humanitarias y el sacrificio personal del cuerpo médico.
2024-2025: el colapso toma nombre y rostro
A inicios de abril de 2025, medios independientes como CubitaNOW y CiberCuba publicaron una serie de denuncias documentadas por pacientes del Hospital Nacional “Enrique Cabrera” en La Habana. Las historias coincidían: quienes acudían a consulta o urgencias debían llevar sus propios insumos gasas, guantes, jeringuillas, bisturís, antibióticos porque el hospital no disponía de ellos.
Esta no es una excepción: es la norma en hospitales y policlínicos de todo el país. En Santiago de Cuba, Santa Clara y Holguín, los pacientes se ven obligados a recurrir al mercado negro o a familiares en el extranjero para acceder a lo indispensable. Un simple antibiótico puede costar entre 10 y 15 dólares en plataformas informales un precio inalcanzable para una población cuyo salario mensual promedio ronda los 17 dólares.
Además, el sistema de ambulancias apenas funciona. En municipios como Cárdenas o Bayamo, se han reportado muertes por falta de traslado a tiempo. Y en el caso de enfermedades crónicas, como la diabetes o la insuficiencia renal, hay pacientes que han debido suspender tratamientos por semanas ante la escasez de insulina o la paralización de las máquinas de diálisis.
La hipocresía como política de Estado
Mientras el pueblo enferma en silencio, el gobierno continúa exportando médicos a más de 50 países, generando ingresos millonarios en 2023, más de 6.000 millones de dólares, según cifras del propio Ministerio de Comercio Exterior. Pero esos médicos enviados al exterior reciben solo una fracción del salario que paga el país receptor: el resto va a las arcas del Estado.
Este sistema ha sido denunciado por organizaciones como Human Rights Watch, que en su informe de 2024 lo calificó como “trabajo forzado institucionalizado” y pidió su inmediata reforma. A su vez, la ONU ha exigido explicaciones sobre las condiciones laborales de los médicos cubanos en misiones internacionales, sin obtener respuesta clara por parte de La Habana.
Organizaciones, números y ocultamiento
Según la ONG Observatorio Cubano de Derechos Humanos, en 2024 se reportaron más de 3.800 denuncias documentadas por violaciones al derecho a la salud. Entre ellas: operaciones suspendidas, falta de anestesia, pérdida de vidas por infecciones nosocomiales, o negligencia provocada por carencia de personal especializado.
El Sistema de Información Sanitaria de las Américas (SISA), vinculado a la OPS, ya ha advertido sobre el colapso funcional de al menos 12 hospitales en Cuba entre 2022 y 2024. Sin embargo, el régimen bloquea auditorías internacionales y limita el acceso a la información estadística.
Mientras tanto, la prensa oficial sigue mostrando imágenes de operativos quirúrgicos exitosos, nuevas carreras médicas abiertas, y encuentros internacionales en los que se aplaude el “modelo cubano”.
El silencio de los que deberían hablar
La comunidad internacional mantiene, en su mayoría, una actitud ambigua. Países como España, Italia y México, que reciben personal médico cubano, se han mostrado reticentes a denunciar públicamente las condiciones de la salud en Cuba. Organizaciones como Amnistía Internacional han pedido mayor presión diplomática, pero sin éxito.
En enero de 2025, la Organización Mundial de la Salud recibió una carta firmada por 74 médicos cubanos exiliados, en la que se describía con detalle el estado catastrófico del sistema y se pedía el retiro inmediato del reconocimiento especial otorgado a Cuba en 2014 por su “excelencia médica”. Hasta hoy, no ha habido respuesta oficial.
La verdad que el régimen no quiere reconocer
La narrativa oficial sigue siendo la misma desde hace más de 40 años: el “bloqueo” es el culpable de todas las carencias. Pero los ciudadanos saben que la realidad es otra. Hay fondos para construir hoteles de lujo, renovar aeropuertos turísticos, comprar patrullas, censurar internet y financiar estructuras represivas. Pero no hay vendas, ni aspirinas, ni papel para imprimir recetas.
Cuba no es hoy una potencia médica: es un país donde las farmacias están vacías, los hospitales se caen a pedazos y los doctores sueñan con escapar. Es un sistema que ha perdido el alma, pero que se niega a dejar caer la máscara.
El derecho a sanar con dignidad
Sanar en Cuba, en 2025, es un acto de fe. O de suerte. No debería ser así. El derecho a la salud garantizado por la Declaración Universal de los Derechos Humanos ha sido secuestrado por un aparato estatal que prioriza la apariencia sobre el bienestar, el discurso sobre los hechos, el poder sobre la vida.
Quienes aún defienden desde fuera la “potencia médica cubana” deberían visitar los hospitales sin escoltas, sin cámaras, sin ideología. Deberían hablar con las madres que duermen en cartones junto a sus hijos enfermos. Con los ancianos que mueren esperando. Con los médicos que, pese a todo, siguen atendiendo sin insumos, sin descanso, sin futuro.
Porque solo enfrentando la verdad se podrá, algún día, reconstruir lo que alguna vez se prometió: un país donde la medicina no sea propaganda, sino vida.
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