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El Silencio Forzado: La Prohibición de la Via Crucis en El Vedado y el Largo Historial del Régimen Cubano contra la Religión.

Cada Domingo de Ramos, la comunidad católica en Cuba solía reunirse en espíritu de recogimiento para conmemorar la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén. La tradicional Via Crucis en el barrio El Vedado, uno de los más emblemáticos de La Habana, era más que una simple procesión litúrgica: representaba un acto de fe, de unidad comunitaria y de resistencia espiritual. Pero por segundo año consecutivo, las autoridades cubanas han decidido prohibir esta manifestación, dejando a la población católica con un silencio que pesa más que cualquier palabra.

El sacerdote Lester Rafael Zayas Díaz ha alzado la voz contra esta medida. Su denuncia pública revela una tensión profunda entre el Estado cubano y las expresiones religiosas, una relación conflictiva que no comenzó hoy, ni ayer, sino que hunde sus raíces en la historia misma del régimen.


El Pasado: La Revolución y el Control Espiritual
El Silencio Forzado: La Prohibición de la Via Crucis en El Vedado y el Largo Historial del Régimen Cubano contra la Religión
El Silencio Forzado: La Prohibición de la Via Crucis en El Vedado y el Largo Historial del Régimen Cubano contra la Religión

El Silencio Forzado. Desde los primeros años de la Revolución Cubana, instaurada en 1959, la relación entre el Estado y la Iglesia ha sido compleja y, en muchos momentos, hostil. En nombre del ateísmo marxista-leninista, el nuevo gobierno eliminó la enseñanza religiosa en las escuelas, nacionalizó propiedades de instituciones eclesiásticas y relegó a los religiosos a una posición marginal. Ser católico practicante durante las décadas de los años 60, 70 y 80 en Cuba era sinónimo de sospecha, discriminación e incluso exclusión de oportunidades académicas o laborales.

Muchos sacerdotes fueron expulsados del país, otros detenidos o vigilados. Las procesiones públicas, las misas multitudinarias y los símbolos religiosos fueron progresivamente confinados al espacio privado o directamente censurados. La Via Crucis, como expresión visible y participativa de la fe, fue una de las víctimas de ese proceso.

La visita del Papa Juan Pablo II en 1998 marcó un punto de inflexión. Se restablecieron algunas libertades religiosas, el régimen suavizó su discurso y permitió gradualmente la reaparición de celebraciones públicas, aunque siempre bajo vigilancia. Sin embargo, este “deshielo” nunca significó una aceptación plena de la libertad religiosa.



El Presente: Represión Silenciosa y Restricciones Veladas

La reciente prohibición de la Via Crucis en El Vedado no es un hecho aislado, sino parte de una estrategia sistemática de control. Las autoridades cubanas no emiten comunicados oficiales con argumentos sólidos; simplemente notifican a los líderes religiosos que el permiso ha sido denegado. En ocasiones, se esgrimen razones de “orden público” o “logística”, pero los motivos reales parecen estar ligados al temor del régimen a cualquier forma de reunión masiva que no esté bajo su total dominio.

El padre Zayas Díaz ha denunciado que, aunque la procesión estaba programada dentro del calendario oficial del arzobispado, se les impidió realizarla. Este acto de censura religiosa ocurre en un momento donde el régimen cubano refuerza su aparato represivo en todos los frentes: contra los opositores políticos, los periodistas independientes, las organizaciones civiles y ahora también contra comunidades de fe.

Este fenómeno se extiende más allá del catolicismo. Grupos protestantes, adventistas y otras denominaciones cristianas también han experimentado restricciones, vigilancia y presiones para alinearse al discurso oficial. La represión adopta formas cada vez más sutiles: desde la negación de permisos, hasta la intimidación directa de los fieles o el hostigamiento a líderes religiosos.


¿Renacimiento Espiritual o Mayor Oscuridad?

El futuro de la libertad religiosa en Cuba se dibuja con líneas inciertas. La población, cada vez más empobrecida y desesperanzada, encuentra en la fe uno de los pocos refugios genuinos que quedan. La Iglesia Católica, a pesar de sus propias contradicciones, ha sido una de las pocas instituciones que ha acompañado a los cubanos en sus momentos más duros, ofreciendo comida, medicamentos y consuelo espiritual.

Pero esa misma labor humanitaria la convierte en blanco de sospechas por parte del régimen, que ve en cualquier estructura paralela al Estado una amenaza potencial. La reciente escalada represiva contra iniciativas solidarias, como la de José Daniel Ferrer y la UNPACU, refuerzan este patrón.

A pesar de todo, el alma del pueblo cubano sigue viva. Las personas han aprendido a celebrar su fe en la intimidad de sus hogares, en pequeños grupos, en silencio. La Iglesia, aunque perseguida, no ha sido vencida. Y cada obstáculo que se interpone en el camino de una procesión es una semilla de resistencia plantada en el corazón de los creyentes.


El Significado de la Prohibición: Más Allá de lo Religioso

Prohibir la Via Crucis en El Vedado no es simplemente cancelar una ceremonia religiosa. Es un mensaje. Es una forma de recordarle al pueblo que el Estado sigue por encima de cualquier otra autoridad, incluso la espiritual. Pero también es un síntoma de debilidad: quien teme a la fe, teme al despertar de la conciencia.

Las procesiones religiosas, en su esencia, son actos de esperanza. Son la representación simbólica del sufrimiento humano y de la posibilidad de redención. Impedirlas es una forma de negar al pueblo ese momento de catarsis colectiva. En una sociedad donde la represión es cotidiana, la Via Crucis ofrecía un espacio para compartir el dolor, el amor, la fe y la posibilidad de un mañana mejor.


Escenarios Futuros: ¿Cambio, Ruptura o Adaptación?

Frente a la prohibición, surgen tres posibles escenarios para el futuro de la fe en Cuba:


  1. Resistencia civil-religiosa: donde comunidades católicas y otras denominaciones opten por desobedecer pacíficamente y celebren sus ritos en espacios no autorizados.

  2. Adaptación forzada: en la que la Iglesia acepte una forma de “coexistencia sumisa”, evitando fricciones para preservar lo poco que le queda.

  3. Transformación estructural: en la que un cambio político en la isla permita la restauración plena de la libertad religiosa, y con ella, una reconciliación espiritual nacional.


Cualquiera de estos caminos dependerá no solo de los fieles, sino del contexto político, de la presión internacional y de la capacidad de la sociedad civil para reinventarse y defender sus derechos.


Un País que Camina en Penitencia

La Cuba de hoy es una nación en Via Crucis constante. Cada paso que da su pueblo es una estación marcada por el sacrificio, la fe y la resistencia. La prohibición de la procesión en El Vedado es solo una estación más de ese calvario.

Pero como toda Via Crucis, también ésta puede terminar con una resurrección. La espiritualidad, la compasión y la dignidad humana no pueden ser detenidas por decretos ni patrullas. Mientras haya quien crea, quien rece, quien se aferre a una esperanza, Cuba no estará sola.

El régimen puede cerrar las calles, pero no puede clausurar los corazones. Y esos, como templos invisibles, siguen siendo los verdaderos altares de la libertad.


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