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La Aduana de Cuba: historia de un saqueo institucional.

Desde el triunfo de la Revolución en 1959, la Aduana General de la República de Cuba se ha consolidado como una de las instituciones más opacas, arbitrarias y represivas del aparato estatal. Lo que en cualquier país del mundo debería ser una estructura destinada a facilitar el flujo de personas y mercancías, en Cuba se ha convertido en un mecanismo de vigilancia, confiscación y castigo al ciudadano común, especialmente a quienes residen en el exterior y desean ayudar a sus familias.

Este blog explora en profundidad la historia y la realidad actual de la aduana cubana, desde sus inicios como herramienta de control hasta su papel actual en el despojo sistemático del pueblo cubano. Con ejemplos reales, comparaciones internacionales y un análisis crítico del sistema, llegaremos a entender por qué la aduana en Cuba no es una institución de control, sino una de expoliación.

Origen y evolución de la aduana cubana post-1959
La Aduana de Cuba: historia de un saqueo institucional
La Aduana de Cuba: historia de un saqueo institucional

La Aduana de Cuba: historia de un saqueo institucional. Tras el triunfo de la Revolución, el nuevo gobierno nacionalizó todas las estructuras de comercio exterior y centralizó el control fronterizo. Desde entonces, la aduana cubana pasó de ser una instancia técnica a un instrumento de control ideológico y económico. Su función primordial dejó de ser la regulación arancelaria para convertirse en un sistema de inspección y castigo a la entrada de cualquier mercancía no autorizada por el Estado.

En los años 60 y 70, cuando el aislamiento internacional era máximo, la aduana comenzó a identificar como "amenaza" cualquier objeto o información que no proviniera de fuentes oficiales. Entrar al país con un libro, una grabadora, ropa de marca o incluso alimentos importados podía ser considerado un acto subversivo. Las inspecciones eran brutales y los decomisos frecuentes.

Con la crisis de los 90 tras la caída del bloque soviético, se produjo una aparente apertura al turismo y al cuentapropismo. Pero esa apertura vino acompañada de nuevas restricciones aduaneras, con la creación de listas de productos prohibidos, aranceles impagables, y una burocracia diseñada para desincentivar la ayuda familiar.

¿Qué se puede entrar a Cuba? Teóricamente, casi todo; en la práctica, casi nada

La normativa aduanera cubana está diseñada para desalentar la entrada libre de mercancías. Todo lo que supere el equipaje "personal" puede ser sometido a aranceles abusivos. Ropa, zapatos, herramientas, electrodomésticos, alimentos, medicamentos y artículos escolares son objeto de restricciones severas.

Peor aún: muchas de estas reglas cambian constantemente, no se publican con claridad y dependen de la discrecionalidad del agente aduanal. Esto abre las puertas al abuso, la corrupción y el chantaje.

Tarifas y penalizaciones: pagar por ayudar

Uno de los aspectos más indignantes del sistema aduanal cubano es que los ciudadanos que viajan a la isla cargados de productos para sus familiares deben pagar impuestos altísimos por esos bienes. Esto sucede incluso cuando los artículos son claramente para uso personal o humanitario.

Ejemplos reales:


  • Una laptop puede costar hasta 100 USD en aranceles.

  • Un kilo de medicamentos puede ser decomisado si se excede el límite permitido.

  • Los alimentos están sometidos a restricciones incluso en situaciones de emergencia nacional.


Es decir, el cubano que vive fuera y desea ayudar a sus padres, hijos o vecinos debe pagar al gobierno por el privilegio de socorrerlos.

¿Y qué sucede con lo que confiscan?

Esta es una de las zonas más oscuras de la aduana cubana. Los productos confiscados no se devuelven, no se donan, ni se destruyen bajo supervisión internacional. Simplemente desaparecen. Pero hay evidencia y testimonios de que:


  • Muchos de estos artículos terminan en las tiendas MLC, vendiéndose en dólares a la población.

  • Otros van a almacenes militares o son repartidos entre funcionarios del gobierno.

  • Algunos son revendidos en el mercado negro con complicidad oficial.


Esto transforma la aduana en una fuente de recursos para la elite, y no en una institución al servicio del pueblo.

Comparación con el resto del mundo: el caso cubano es una excepción

En la mayoría de los países del mundo, las aduanas cumplen una función técnica: evitar el contrabando, garantizar normas sanitarias, controlar productos comerciales. Pero nunca penalizan al ciudadano por traer bienes personales.

Por ejemplo:


  • En México, se permite la entrada libre de hasta 500 USD en productos personales sin declarar.

  • En Estados Unidos, además del equipaje normal, se aceptan regalos, medicinas y electrónica sin penalización alguna.

  • En República Dominicana, se incentiva que los emigrados traigan insumos durante la Navidad, eliminando aranceles.


En Cuba, en cambio, el sistema está diseñado para penalizar a quien trae lo que el Estado no puede proveer. La aduana protege el monopolio de la escasez, no la seguridad nacional.

Testimonios de indignación: figuras cubanas y el maltrato aduanal

Muchos cubanos ilustres han denunciado el maltrato en la aduana:


  • El actor Jorge Perugorría confesó haber perdido equipos de filmación.

  • El músico Kelvis Ochoa se quejó de la confiscación de sus instrumentos.

  • La escritora Wendy Guerra ha documentado el decomiso de libros.

  • Cientos de youtubers, emigrantes, activistas y religiosos han hecho públicas sus denuncias.


Muchos describen la llegada a Cuba como un momento de ansiedad y humillación, donde lo que debería ser reencuentro y ayuda, se convierte en sospecha y saqueo.

Evolución y momento actual: represión modernizada

La aduana cubana ha ido adaptando su discurso, pero no su esencia. En los últimos años ha prometido "flexibilizaciones" que solo son medidas temporales, ineficaces y confusas. Algunas de estas fueron:


  • Permitir la entrada de alimentos y medicinas sin impuestos por cortos períodos.

  • Elevar el límite de peso del equipaje sin cambiar la estructura de cobros.


Pero en la práctica, nada ha cambiado. La arbitrariedad sigue reinando, y los decomisos continúan a diario. El miedo a pasar por la aduana es común entre los cubanos que viajan, incluso aquellos que solo llevan jabón o pasta dental para su familia.

Una aduana contra su propio pueblo

La aduana cubana no es una estructura de protección, es un instrumento de castigo. Su razón de ser es impedir que los cubanos se ayuden entre ellos. Al hacerlo, alimenta el aislamiento, la dependencia del Estado y la desesperanza.

Reformar este sistema no es solo una cuestión logística. Es un asunto de justicia, de humanidad y de dignidad. Ningún cubano debería pagar por traer insulina a su madre, ropa a su hijo, o libros para educar. Ningún gobierno que se diga popular debería lucrar con el sacrificio de su emigración.

Hasta que la aduana cubana no sea transformada de raíz, seguirá siendo uno de los rostros más cínicos del sistema: una institución que se presenta como defensora del pueblo, pero que en realidad lo empobrece, lo vigila y lo humilla en cada aeropuerto de la isla.

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