La Contradicción Cubana: Prohibido para el Pueblo, Permitido para los Líderes.
- rulfop
- Jan 19
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Updated: Mar 23
En Cuba, una de las mayores contradicciones sociales y políticas se encuentra en la relación del pueblo con el mar. Mientras que al ciudadano común le está prohibido subirse a una embarcación privada sin permisos especiales, los líderes y dirigentes del país disfrutan sin restricciones de recursos náuticos, playas exclusivas e incluso viajes al extranjero. Esta disparidad refleja una realidad dolorosa: la desigualdad entre el pueblo y quienes están en el poder.
El ciudadano cubano y el mar: una relación restringida
Prohibido para el Pueblo. En la isla, el acceso del ciudadano promedio a embarcaciones privadas está estrictamente controlado. Desde los años posteriores a la Revolución de 1959, el gobierno implementó políticas que prácticamente impiden a los cubanos poseer o utilizar barcos sin autorización explícita. Esta medida, supuestamente diseñada para prevenir fugas masivas hacia otros países, especialmente Estados Unidos, ha creado un muro invisible entre el pueblo y su entorno natural: el mar.
Los pescadores cubanos solo pueden operar con licencias específicas otorgadas por el Estado, y cualquier embarcación debe estar registrada bajo estrictos controles. Incluso acercarse a una embarcación de recreo puede resultar en interrogatorios por parte de las autoridades. Esta restricción ha desconectado a gran parte de los cubanos de una de las mayores riquezas naturales de la isla: sus aguas cristalinas y sus costas paradisíacas.
El privilegio de los dirigentes
Mientras tanto, la élite gobernante disfruta de una realidad completamente diferente. Altos funcionarios del gobierno y sus familias tienen acceso a recursos turísticos exclusivos, incluyendo yates, playas privadas y tiendas de lujo, inalcanzables para el cubano promedio. Este contraste es particularmente visible en áreas como Varadero, Cayo Coco o Cayo Largo, donde los dirigentes se mezclan con turistas extranjeros en espacios inaccesibles para la mayoría de los habitantes de la isla.
Un ejemplo notable es el fallecido Fidel Castro, quien solía disfrutar de jornadas de pesca en su yate “Aquarama II”, una embarcación de lujo equipada con tecnología avanzada y comodidades que estaban muy lejos del alcance del cubano promedio. Por otro lado, su hermano Raúl Castro, mientras era presidente, frecuentaba instalaciones turísticas de primer nivel en los cayos cubanos, lugares donde los ciudadanos no podían entrar ni siquiera como empleados sin estrictos controles.
Además, en la actualidad, Miguel Díaz-Canel, presidente del país, ha sido visto en eventos exclusivos en hoteles de lujo que reciben turistas internacionales. Aunque el gobierno predica la austeridad y la igualdad, estas acciones demuestran que las reglas no aplican por igual a todos.
Recursos turísticos que el pueblo no puede disfrutar
Cuba cuenta con una amplia infraestructura turística diseñada para atraer a visitantes extranjeros, con marinas repletas de yates, tiendas de marcas internacionales y resorts de cinco estrellas. Sin embargo, estos recursos están completamente fuera del alcance de los cubanos comunes. Las políticas de doble moneda, que durante décadas obligaron a los ciudadanos a manejar pesos cubanos mientras los turistas usaban divisas extranjeras, profundizaron esta exclusión.
En la Marina Hemingway, uno de los puertos más importantes de la isla, se pueden ver yates de lujo propiedad de extranjeros o empresas turísticas internacionales. Mientras tanto, un cubano que intente siquiera acercarse a esta zona sin un permiso puede enfrentar represalias legales. Este tipo de restricciones no solo limitan la libertad de movimiento, sino que también refuerzan una sensación de desigualdad que contrasta con los ideales de justicia social que el gobierno afirma promover.
El acceso al extranjero: un lujo para pocos
Otra gran paradoja se encuentra en la capacidad de los dirigentes para viajar al extranjero, mientras que el ciudadano común enfrenta enormes barreras para salir del país. Mientras los cubanos deben lidiar con trámites burocráticos interminables y restricciones económicas para obtener un pasaporte o una visa, los líderes del gobierno viajan con facilidad, representando al país en eventos internacionales o simplemente disfrutando de su posición privilegiada.
El exministro de Relaciones Exteriores Bruno Rodríguez ha sido fotografiado en múltiples destinos internacionales, representando a Cuba en reuniones diplomáticas, pero también disfrutando de comodidades que pocos cubanos pueden imaginar. Estas imágenes contrastan dolorosamente con la realidad del pueblo, que en muchos casos ni siquiera puede permitirse viajar dentro de la isla debido a los altos costos del transporte.
El contraste en la narrativa oficial
Mientras el gobierno cubano continúa promoviendo una imagen de igualdad y sacrificio colectivo, las acciones de sus líderes demuestran lo contrario. Las restricciones al acceso a embarcaciones, recursos turísticos y viajes no son aplicables a quienes ostentan el poder. Esta contradicción no solo socava la credibilidad del sistema, sino que también alimenta el descontento de un pueblo que, a pesar de su resiliencia, comienza a cuestionar cada vez más las narrativas oficiales.
El mar como símbolo de libertad negada
El mar, que debería ser un símbolo de libertad y conexión para todos los cubanos, se ha convertido en una barrera que separa al pueblo de sus líderes. Mientras que los ciudadanos comunes son vigilados, restringidos y excluidos, la élite gobernante disfruta sin límites de los recursos que pertenecen a todos.
Esta disparidad es un recordatorio de las profundas contradicciones que existen en el sistema cubano. Como dijo el poeta cubano José Martí: “La libertad es el derecho que tienen las personas de actuar libremente, pensar y hablar sin hipocresía.” Sin embargo, en Cuba, esa libertad parece reservada solo para unos pocos.
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