La energía solar en Cuba: entre espejismos fotovoltaicos y la cruda realidad energética.
- rulfop
- Apr 21
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En los últimos años, Cuba ha intensificado su discurso sobre la transición energética hacia fuentes renovables, en particular la energía solar fotovoltaica. Con titulares entusiastas y acuerdos internacionales, principalmente con China y Rusia, el gobierno ha intentado mostrar que la apuesta por la energía solar podría resolver la crisis energética del país. Sin embargo, la realidad en el terreno es otra: los apagones siguen siendo parte del paisaje cotidiano y la autarquía energética prometida está lejos de concretarse. Este texto analiza con datos concretos y proyecciones realistas lo que está ocurriendo realmente.
La situación actual: paneles instalados y energía generada
Hasta inicios de 2025, Cuba contaba con aproximadamente 300 MW de capacidad instalada en energía solar fotovoltaica. Esta cifra representa menos del 5% de la matriz energética nacional, que ronda los 3.000 MW de demanda promedio. En el mejor de los casos, la generación solar cubre algunas horas del día en determinadas zonas, pero no logra suplir el consumo nocturno ni estabilizar la red nacional.
Según datos oficiales, los parques solares actuales aportan en promedio 450 GWh anuales, lo que equivale al 3,5% del consumo nacional total estimado en 13.000 GWh. Esta generación marginal no resuelve los problemas estructurales de un sistema eléctrico basado en plantas termoeléctricas obsoletas y con una infraestructura de distribución colapsada.
¿Qué problemas resuelve la energía solar en Cuba?
La energía solar, en su estado actual, ayuda a reducir ligeramente la dependencia de combustibles fósiles importados, alivia momentáneamente algunos picos de demanda y mejora el balance ambiental. También permite que zonas rurales alejadas puedan tener acceso a electricidad de forma autónoma. Sin embargo, no resuelve:
La crisis de apagones generalizados
La falta de inversión en redes de transmisión
La dependencia de energía térmica
La baja eficiencia del sistema
Terreno necesario para generar energía solar: ¿cuánta tierra se sacrifica?
Una planta fotovoltaica de 1 MW requiere entre 1,5 y 2 hectáreas de terreno. Asumiendo una media de 1,7 ha/MW, para alcanzar los 3.000 MW de demanda promedio del país serían necesarias aproximadamente 5.100 hectáreas de superficie libre, lo que equivale a 51 km². Esta cifra no contempla redundancia ni almacenamiento, elementos críticos para un sistema solar confiable.
En un país con problemas alimentarios crónicos y una agricultura deprimida, destinar grandes extensiones de tierra a la generación solar representa una contradicción dolorosa: se produce energía a costa de alimentos.
Impacto sobre la producción de alimentos
La tierra utilizada para parques solares se extrae muchas veces de suelos agrícolas. Esto representa una pérdida doble: energía insuficiente y menos producción alimentaria. Con la necesidad de importar entre el 70% y el 80% de los alimentos que consume el país, el uso de tierras para proyectos solares, sin planificación agronómica, agrava la inseguridad alimentaria. Se suma a ello la falta de políticas que incentiven la agrovoltaica, es decir, el uso compartido del suelo para producir energía y cultivar alimentos al mismo tiempo, una práctica que ya se aplica en otros países.
Comparación con la demanda nacional: ¿puede Cuba satisfacer su consumo con energía solar?
Para cubrir los 13.000 GWh anuales del consumo cubano con energía solar, se necesitarían aproximadamente 6.500 MW de capacidad instalada, considerando un factor de capacidad solar de 20%. Esto implicaría utilizar unas 11.000 hectáreas de tierra (110 km²), lo que representa más del doble del área de La Habana.
Además, sería necesario incorporar sistemas masivos de baterías para suplir la demanda nocturna, cuyo costo triplica el de los paneles. Cuba no posee la infraestructura, el capital ni la tecnología para sostener este volumen. La capacidad de almacenamiento eléctrico, en baterías de litio o de flujo, sería una inversión aún más costosa que el despliegue de paneles.
¿Cuándo se arreglarán los apagones?
La pregunta más común del cubano medio sigue sin respuesta concreta. La verdad incómoda es que los apagones persistirán mientras:
No se modernice el parque termoeléctrico.
No se garantice un suministro constante de combustible.
No se invierta en redes inteligentes de distribución.
No se descentralice la generación y el control político sobre la energía.
Ninguno de estos puntos está avanzando con la celeridad necesaria. La energía solar actual solo sirve de parche simbólico. En los últimos tres años, las interrupciones eléctricas han aumentado un 25% y la duración promedio de los apagones es de seis horas diarias, con picos de hasta 12 horas en algunas regiones del oriente del país.
Falsas esperanzas: la narrativa oficial y la propaganda solar
Desde los discursos oficiales se transmite la idea de que Cuba se convertirá en una potencia solar del Caribe. Se proyectan parques de cientos de hectáreas, acuerdos de cooperación y promesas de autonomía energética. Sin embargo, la mayoría de los proyectos no pasa del papel. Aquellos que se inauguran, lo hacen con grandes ceremonias y cobertura mediática, pero operan por debajo de su capacidad o no se integran eficientemente al sistema nacional.
El discurso está acompañado de visitas oficiales, noticias en el Noticiero Nacional y exhibiciones de tecnología que rara vez benefician directamente al ciudadano. Se crea una sensación de avance que no se refleja en el día a día. El resultado es una disonancia informativa que solo alimenta la frustración ciudadana.
El verdadero costo de la "ayuda" china y rusa
China y Rusia han facilitado tecnología, financiación y mano de obra especializada para instalar plantas solares en Cuba. No obstante, nada es gratuito:
China exige acceso prioritario a puertos, concesiones logísticas y contratos comerciales preferenciales.
Rusia negocia con presencia geopolítica, inteligencia e instalación de sistemas militares asociados.
Ambos países esperan recuperar su "inversión" en forma de ventajas estratégicas y contratos futuros, hipotecando la soberanía económica cubana a largo plazo. Además, los contratos firmados imponen restricciones sobre el uso de tecnología no aprobada por los socios, lo que limita futuras decisiones soberanas sobre el desarrollo energético.
¿Cuándo y cómo se cobrará esta deuda?
Los convenios firmados entre Cuba y sus socios asiáticos incluyen cláusulas opacas. Se sabe que muchas operaciones se pagan en especie, con servicios, recursos naturales o cesiones comerciales. El costo político de esta dependencia es inmenso: Cuba pierde margen de acción en su diplomacia y en su soberanía económica. Además, las condiciones suelen incluir garantías a largo plazo, con el control de infraestructuras por parte de empresas extranjeras por décadas.
Se prevé que a partir de 2030 estos acuerdos comiencen a ejecutarse en firme, y Cuba deberá pagar con lo poco que produce o permite explotar. El modelo de "energía por control estratégico" ya se ha visto en otros países endeudados y puede derivar en una pérdida progresiva de soberanía territorial y económica.
¿Cómo salir de esta mentira colectiva?
Salir del espejismo energético requiere:
Transparencia en los datos energéticos y los contratos internacionales
Inversión descentralizada con cooperación real, no ideológica
Participación ciudadana y local en la generación renovable
Reformas estructurales en la política agraria y energética
Diversificación real: biomasa, eólica, solar, pequeñas hidroeléctricas y eficiencia
También es esencial fomentar una cultura energética de uso racional, impulsar la formación técnica en energías limpias y desarrollar alianzas con países que respeten la soberanía y el bienestar de la población.
La luz no vendrá solo del sol
La energía solar en Cuba tiene un potencial real, pero no en las condiciones actuales ni con el enfoque centralizado y propagandístico que domina hoy. No se puede prometer una revolución solar mientras se oculta el costo de los proyectos, se sacrifican tierras agrícolas y se endeuda al país con potencias extranjeras.
La verdadera solución energética de Cuba llegará cuando se combine tecnología, participación, soberanía y verdad. Y, sobre todo, cuando la luz deje de ser una promesa y vuelva a ser un derecho. Solo entonces podremos hablar de una verdadera independencia energética, y no de una dependencia maquillada con paneles importados.
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