top of page
  • Pinterest
  • Instagram
  • YouTube

Turismo chino en Cuba: la última carta del régimen para salvarse a sí mismo, no al pueblo.

A inicios de 2025, el panorama turístico de Cuba es sombrío. Tras años de declive sostenido, agravado por la pandemia, el colapso energético y la desconfianza internacional, las cifras del primer trimestre del año revelan un dato escalofriante: el turismo internacional ha caído un 33% respecto al mismo periodo del año anterior. Lejos de ser una simple estadística, esta caída representa el fracaso de un modelo económico que por décadas ha convertido el turismo en la fachada preferida para maquillar las deficiencias estructurales de un sistema cerrado, ineficiente y ajeno a las necesidades reales de su población.


Ante este derrumbe, el régimen cubano ha tomado una decisión que en apariencia podría parecer pragmática, pero que en la práctica evidencia una estrategia desesperada y autorreferencial: apostar todo al turismo chino. Esta alianza, promovida con entusiasmo desde las esferas del poder, no es una apuesta por el bienestar de los cubanos, sino un intento por ganar tiempo político, oxigenar las arcas del Estado y reforzar la dependencia externa, sin resolver los males estructurales que asfixian a la isla.

El turismo como válvula de escape del régimen
Turismo chino en Cuba
Turismo chino en Cuba

Desde los años 90, tras la caída del bloque soviético, Cuba encontró en el turismo una tabla de salvación económica. Se abrieron hoteles, se restauraron balnearios y se trazó una narrativa romántica para atraer a visitantes extranjeros en busca de “lo auténtico”. Sin embargo, esta apertura selectiva no fue acompañada de una transformación estructural. Mientras las playas recibían a canadienses y europeos, los cubanos seguían enfrentando escasez de alimentos, transporte en ruinas y salarios simbólicos.

Con el paso del tiempo, la situación se volvió insostenible. El turismo se convirtió en un oasis artificial, rodeado por un desierto de pobreza. La dualidad monetaria (peso cubano vs. moneda libremente convertible) agravó la desigualdad, convirtiendo al trabajador del sector turístico en privilegiado y marginando aún más a quienes no tenían acceso al dólar o al euro.

Y ahora, cuando ni siquiera ese oasis parece sostenible, el gobierno cubano mira hacia Oriente, no con visión, sino con desesperación.

El “milagro” chino: vuelos directos, visas gratis y propaganda cruzada

Desde finales de 2024, el régimen comenzó a implementar una serie de medidas para atraer al turista chino:


  • Vuelos directos entre Pekín y La Habana.

  • Eliminación de visados para ciudadanos chinos.

  • Capacitación de guías turísticos en mandarín.

  • Campañas culturales conjuntas para “promover los lazos históricos entre ambos pueblos”.


Los resultados iniciales han sido alentadores: el turismo procedente de China aumentó en un 50% en 2024, convirtiéndose en el único segmento en crecimiento. El gobierno ha reaccionado celebrando estas cifras como un “renacimiento” del sector. Pero detrás de este entusiasmo oficialista se oculta una realidad inquietante: ninguna de estas acciones ha sido pensada para el beneficio de los cubanos comunes.

¿Quién gana realmente con el turismo chino?

Los ciudadanos chinos que visitan Cuba suelen hacerlo en grupos organizados, en paquetes cerrados, gestionados por operadoras estatales. Se hospedan en hoteles controlados por GAESA (el consorcio militar que domina la economía cubana), se alimentan en restaurantes exclusivos y son transportados en autobuses gestionados por el Estado.


Nada de esto genera ingresos directos para el cubano de a pie. Al contrario:


  • Los trabajadores del turismo siguen cobrando salarios en moneda nacional, equivalentes a menos de 20 dólares al mes, mientras generan miles para el Estado.

  • Los productos agrícolas y alimentarios, ya escasos en los mercados locales, son desviados a los hoteles para garantizar el abastecimiento de los turistas.

  • El desarrollo de infraestructuras turísticas (como nuevos hoteles o centros recreativos) se hace a costa de suspender proyectos comunitarios o posponer reparaciones básicas en hospitales y escuelas.


Es decir, el turismo chino se ha convertido en una fuente de ingresos para la élite gobernante, pero no para el pueblo.


Una alianza estratégica o una nueva forma de colonialismo silencioso

Algunos expertos internacionales ven esta aproximación a China como parte de una estrategia geopolítica mayor. En efecto, China ha incrementado su presencia en América Latina y el Caribe mediante préstamos, inversiones y acuerdos bilaterales. En Cuba, su presencia no se limita al turismo:


  • Proyectos de infraestructura energética y comunicaciones con empresas chinas.

  • Importaciones de tecnología de vigilancia que permiten al régimen controlar la disidencia.

  • Formación de alianzas diplomáticas para sostenerse mutuamente en foros internacionales.


Pero esta “amistad” tiene un precio. Cuba ya ha cedido sectores clave de su soberanía a cambio de asistencia y, con el tiempo, podría convertirse en un satélite económico y político de Beijing, sin posibilidad de trazar un camino autónomo.


El ciudadano cubano: siempre al margen del beneficio

Mientras tanto, el cubano común sigue haciendo colas para el pan, lidiando con apagones diarios y soñando con emigrar como única vía de escape. A ese ciudadano no le sirven las estadísticas del crecimiento turístico, ni los discursos sobre hermandad con China.


  • No puede acceder a los hoteles donde se hospedan los turistas.

  • No tiene acceso a internet libre para informarse ni expresarse.

  • No tiene transporte público eficiente ni seguridad alimentaria.


Y cuando levanta la voz, es reprimido, criminalizado y, muchas veces, forzado al exilio.

Una medida desesperada para sostener lo insostenible

La apuesta por el turismo chino no es una política de desarrollo, es un acto de supervivencia de un régimen que ya no tiene respaldo social. Es una estrategia que mira hacia afuera porque ha perdido todo vínculo con adentro. Un intento por inyectar divisas al aparato estatal, no para modernizar el país, sino para seguir sosteniendo la estructura de control, propaganda y represión.

Cuba necesita turistas, sí. Pero necesita sobre todo libertad, derechos, reformas profundas y una clase dirigente que deje de gobernar para sí misma.


¿Renacimiento o último acto?

El turismo chino en Cuba puede representar un pequeño respiro económico para el régimen, pero no es una solución estructural. Es un parche mal colocado en un sistema que hace agua por todos lados. Y mientras se sigan diseñando políticas públicas pensando en los intereses del poder y no en los derechos del pueblo, ningún visitante extranjero, por numeroso que sea, podrá salvar lo que desde dentro se está hundiendo.

Porque un país no se reconstruye con visitantes, sino con ciudadanos libres.

Comentários

Avaliado com 0 de 5 estrelas.
Ainda sem avaliações

Adicione uma avaliação

Tharey Designs

bottom of page